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Crónica de un movimiento sísmico

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—Te damos libertad y al final no hacés nada.

—La mayoría de los humanos somos así.

Él se lo dice a la gata. Me hago cargo, porque debe ser cierto eso de que los animales aprenden de sus dueños.

Hoy decidimos abrirle la puerta, después de tres días dentro del nuevo departamento. Se mueve irguiendo lo menos posible la columna. Camina casi al ras del suelo. Sigilosa, huele: el trapo de piso, las latas con restos de pintura, la toalla que se orea al sol, las macetas. Al fin se acerca a las rejas del balcón. La curiosidad le dura poco. Mira con desprecio al bulldog francés del departamento de al lado y vuelve al living. La alfombra siempre fue un lugar seguro.

***

Quiero bañarme. El agua caliente sale fría. Hay que dejarla correr y volver a intentar. Quiero cargar el celular. No encuentro un toma corriente libre. Desconecto momentáneamente el microoondas. Quiero un alargue para la plancha, pero no sé en qué caja está. Necesito la tabla para picar verduras: se perdió en un mar de libros y cuadros. No sé en qué estante acomodé las ollas. La tele no está conectada. Tampoco el lavarropas. El espejo está sin colgar. Todo tiene aire a casa de Costa Atlántica alquilada por quincena.

***

El árbol que cae sobre el balcón es motivo de felicidad. Cuando conocí este lugar las ramas apenas tenían algunos brotes. La primavera ya las capturó. Ahora, llueve. El follaje incipiente protege del aguacero a dos palomas que se posan sobre un cable de luz. Están a unos 50 centímetros una de la otra. Mientras me ayuda a pintar la pared blanca, mi padre asegura que son pareja. “Las palomas son fieles”, dice. La ciencia animal indica que si uno de los dos integrantes de la dupla se muere, el otro se queda solo. Todo lo hacen de a dos.

 

***

La lista dice que tengo que ir a la perfumería, a la dietética y a Colombraro. Lo último y lo primero es fácil así que prefiero empezar por lo del medio, porque no sé dónde queda. Camino por mi calle hasta la avenida principal y una vez ahí, merodeo. No aparece ninguna dietética. Llego primero a Colombraro, ahí me detengo, compro un canasto para el baño, perchas y unos ganchos autoadhesivos.

En la cuadra siguiente hay un “almacén naturista”. Fraude. Mucho color, banderines y carteles: debe ser caro y pobre, infiero. Sigo de largo y me topo con la perfumería. Sabía que encontraría una de la misma cadena que monopolizaba mi anterior barrio. Entro confiada pero mi actitud de compra se derrumba pronto. Los productos están ordenados de otra manera. Los esmaltes que antes compraba no aparecen cerca de la caja ni en ninguna otra parte. Ser nueva es un trabajo y yo ya terminé mi horario laboral.

***

Nunca tuve portero de edificio así que no sé qué se habla con el portero de edificio. Desconozco su jurisdicción y sus horarios. “Nunca lo contradigas”, me recomienda mi suegro: él es el dueño. Cuando lo cruzo acompañada me limito a saludarlo con exagerada simpatía. Cuando me toca verlo sola apelo al clima, un tema de conversación que nunca falla. Cualquier cosa que se hable sobre el calor o el frío es amable. Comento lo inestable de esta primavera, el cielo gris del día que nos ha tocado, las camperas que hay que volver a sacar del placard. Mientras tanto llamo al ascensor. El encargado empieza a decir que en Santiago nada que ver, porque él es de Santiago del Estero. Me trata de usted. “Treinta y siete  grados”, lo escucho quejarse, mientras las puertas de metal del ascensor se cierran delante nuestro.

***

El día de la mudanza, ella no se resistió a entrar en esa horrenda cárcel plástica de miniatura con forma de valija. Bastó un empujón para que la gata, muerta de miedo, se acurrucara en su jaulita. Le aseguré la puerta y la subí al auto conmigo. Veinte minutos más tarde, al llegar a su nuevo hogar, abrí la reja. Con angustia de madre esperé su salida triunfante. No sucedió. Pasaron otros veinte minutos hasta que el bicho se atreviese a ejercer su derecho a ver la luz. Ahora contemplamos juntas el árbol que se dobla con el viento. Estamos detrás de un vidrio que aún no hubo tiempo de limpiar.

 


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